Escribe Juan Páez**
En 2018 pasé una estadía en Punta del Este, escribiendo un libro de poemas. Había trabajado mucho, pero una mañana pude escaparme a Montevideo para descansar unos días y conocer el Palacio Salvo. La primera vez que lo escuché nombrar fue durante mi visita al Palacio Barolo en la ciudad de Buenos Aires. Decían que ambos eran como “hermanos gemelos” por su parecido arquitectónico.
Cuando llegué a la terminal de Montevideo, un amigo pasó a buscarme y paseamos por la ciudad hasta llegar a los pies del emblemático edificio, ubicado sobre la Avenida 18 de Julio, a pocos metros de la Plaza Independencia. Con sus 105 metros y 27 pisos, entre 1928 y 1935, fue considerada la torre más alta de Latinoamérica. Iniciamos el recorrido y atravesamos numerosos pasillos. Para cuando llegamos al mirador, ya había anochecido. Asombrado por la vista, me dispuse a fotografiar las luces del puerto y de los edificios que lo rodeaban. Se produjo un intenso silencio hasta que alguien preguntó por el fantasma, entonces el guía contó una historia.
Terminada la visita, mi amigo me invitó a cenar antes de regresar al lugar donde me hospedaba. Como llovía, buscamos un patio de comidas del estacionamiento. Mientras esperábamos la cena, decidí mirar las fotos que había tomado. Para mi sorpresa, entre ellas, descubrí un video que, sin saberlo, capturó estas palabras:
«Los ascensores se detienen, se abren como que alguien los llamó, pero no hay nadie. Dice que ese es el fantasma que sube o que baja. Siempre está vestido de negro, con un traje negro, un bombín negro como Chaplin y un paraguas negro. Siempre está así. Dicen que es uno de los hermanos Salvo. Eran tres hermanos y hubo uno que murió asesinado por su yerno. El esposo de la hija lo mandó a tropellar con el chofer para acceder a la herencia de Salvo. Él siempre iba al mismo cine los sábados a la tarde, y un día parece que el yerno le dijo al chófer: ‘Mirá, el sábado que viene, cuando salga del cine, atropellalo. Yo te pago un dinero y después te sacó de la cárcel.’ Salvo murió a los poquitos días. Fue preso el chofer y después, como no lo sacó de la cárcel, él habló. Todo el mundo sabía que había sido el yerno que lo mandó a matar. Fue preso el yerno y el chofer. Terminó todo mal. Dicen que el fantasma es ese José salvo, que está en el piso 7, por eso no nos detuvimos ahí. Ellos nunca vivieron acá, pero este era su edificio.»
*Inédito.
**Juan Páez (Rosario de la Frontera, Salta, 1984) es escritor, docente e investigador.